Mi primera digital, allá por el 2004, fue una Canon EOS 20D, que encargué desde Paraguay (en aquel entonces era donde los brasileños comprábamos artículos de tecnología –y el güisqui) con el famoso pisapapeles, el 18-55mm f3,5-5,6 del kit que, sorprendentemente, no era tan malo como decían. Desde luego no es un objetivo de culto (más bien al revés), pero está muchos peldaños por encima del "power zoom" 16-50mm f3,5-5,6 que Sony calza a su línea A6X00; y lo digo por experiencia propia.
Aquí en el portátil no tengo imágenes hechas con ella, pero cuando vuelva a Madrid subiré alguna foto que hice en un viaje de 15 días a BsAs que, casi 20 años después, han revivido gracias a un esfuerzo de edición y retoque –que hice para mostrar a mis alumnos que el tiempo pone todo en su sitio. Imágenes que tenía muertas y enterradas en lo más profundo de mi disco duro han ganado mucho con las bondades de la actual versión de Lightroom y hasta me han dado ganas de tenerlas ampliadas (a tamaños contenidos, claro, porque los 8,2 Mpx son lo que son).
Desde entonces he catado todo lo mejor de las principales marcas fotográficas –exceptuando Pentax–, no porque piense que una cámara nueva pueda hacer de mí mejor fotógrafo, pero porque lo tengo muy claro que cada momento exige de un profesional la herramienta más adecuada, y no siempre una marca te da lo que necesitas en todos los momentos de tu carrera. Dicho eso, me arrepiento de haber vendido la 20D. Me gustaría tenerla junto con mi primera cámara de carrete como un souvenir.
Saludos a todos.