Cuba: fotografiando bajo la mágica luz del Caribe

Cuando era niño mi abuela y mi madre me dijeron: “Cuando tu tatarabuelo emigró desde Asturias a Cuba a mediados del siglo XIX tardo semanas en llegar en barco a La Habana”. Nunca olvidaré las historias que mi abuela y mi madre me contaron sobre las pericias de los españoles que decidieron dejarlo todo atrás para probar suerte en América, tal y como hicieron mi tatarabuelo y bisabuelo. El día que conocí las aventuras de mis antepasados, me quedé totalmente perplejo, absorto en mis pensamientos, pensando en lo increíble que tendría que ser una aventura hacia esas tierras lejanas, en una época sin información, con enfermedades y sin vacunas, desafiando el destino, con el peligro que suponía cruzar el océano, y sin saber si volverías o no de vuelta a casa alguna vez.

A esa temprana edad nunca había oído hablar antes de Cuba, y, por tanto, era incapaz de ubicar la isla caribeña en el mapa. No sabía nada de nada, pero la idea de que mi tatarabuelo marchase solo hasta allá en un barco, cruzando el océano Atlántico durante semanas y todo por probar fortuna, me parecía algo totalmente épico, algo heroico.

Por suerte, en la Semana Santa del 2022 viaje a Cuba por primera vez, persiguiendo aquellas aventuras idealizadas y guardadas en mi propio imaginario. Sin duda, quería sentir de alguna manera aquello que los indianos asturianos vieron con sus propios ojos al abandonar sus tierras ¿Cómo sería aquella tierra de oportunidades por la que tantos españoles apostaron para buscar una vida mejor?

Mi llegada a Cuba fue más sencilla de lo esperado. La gente es tan amable y hospitalaria que tan solo tienes que dejarte llevar. Además, el mismo idioma y los lazos fraternales entre Cuba y España facilitan al viajero su estancia, de alguna manera es sentirse como en casa.

Una luz mágica para fotografiar

Si tuviese que pensar en una palabra que abarcase toda mi experiencia fotográfica en Cuba, esta sería “la luz”. Pocas veces he fotografiado con una luz tan bonita. Junto a las Islas Canarias y el sur de Portugal, Cuba ha sido uno los lugares más destacados en los que he fotografiado en cuanto a belleza de luz se refieren, sin duda la proximidad al mar juega a favor del fotógrafo. Allá donde fui en Cuba siempre estuvo presente esa luz mágica caribeña, capaz de resaltar la belleza de los lugares y las calles, y consiguiendo que el color fuese en todo momento la nota predominante en cada una de las fotografías que tomé.

Cuba es un paraíso lleno de colorido, quizás uno de los lugares más manidos del mundo fotográficamente hablando (al igual que India, Marruecos, Turquía o Estados Unidos), pero no por eso deja de ser un lugar con infinidad de oportunidades, donde siempre se puede fotografiar desde un punto de vista diferente, huyendo de los típicos clichés.

Esta luz tan característica me invitó a fotografiar sin descanso, como si de una maratón se tratase: madrugando para evitar las horas punta de calor y aprovechando las primeras pinceladas de luz dorada de la mañana, hasta el atardecer, en el que las calles están en plena efervescencia.

Siempre con el 23mm

En mi viaje me acompañó mi equipo preferido, y el único del que dispongo para viajar: una Fujifilm X-Pro3 Dura Silver y mi objetivo favorito: el Fujinon XF23mm F2, sin duda un combo extraordinario que me permite ser ágil en la fotografía, discreto y que, además, es ligero y facilísimo de llevar a cualquier lugar.

Llevo 4 o 5 años disparando con un solo objetivo, el 23mm. Tengo el ojo tan hecho a esta focal que puedo intuir con un acierto muy alto que parte de la escena que voy a fotografiar estará enmarcada antes de mirar a través del visor, lo cual explica que no dispare con otras focales.

Es cierto que disparé durante varios años con el Fujinon XF 16mm F2.8 y el Fujinon XF 35mm F2, pero por comodidad y por no complicarme la vida, decidí minimizar mis opciones para sentirme más liberado y ágil al fotografiar.

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• Ángulo de visión: 63.4°
• Magnificación máxima: 0,13X
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Trabajo de campo: cómo es fotografiar en Cuba

Cuba es por naturaleza un país de personas amables y tranquilas. Fotografiar libremente en la isla es una realidad, y sinceramente, veo complicado que alguien por el mero hecho de hacer fotos se meta en un lío (siempre y cuando no sean fotografías con un trasfondo divulgativo o documental que ponga en tela de juicio la dictadura comunista). La fotografía de calle o de viajes tiene a Cuba como un referente, por lo tanto, solo hay que ir y disfrutar.

Los cubanos son pacientes con los fotógrafos extranjeros, pero eso no quiere decir que haya que aprovecharse de cada situación. Mi consejo es fotografiar sin miedos, y sonreír a las personas después de fotografiarlas.

Permíteme que te de algún consejillo

Si tienes planeado ir a Cuba a fotografiar, permíteme que te dé unos pocos consejos:

• Camina lo más ligero posible: Ve con un cuerpo y un lente fija, hace calor, caminarás mucho y sudarás como un perro. Te recomiendo ir con un 23mm, 27mm o 35mm. Créeme, será una gran decisión.
• Comparte conocimiento: Conoce por las RRSS fotógrafos locales y queda con ellos, al menos es lo que hice yo. Me brindó la oportunidad de impartir una charla a un grupo de fotógrafos y conocer gente maravillosa. Además, te pueden recomendar lugares donde ir a fotografiar o incluso ir a fotografiar con ellos.
• Evita las horas punta: El calor puede ser insufrible. Es mejor madrugar cuando es más llevable el calor, y en las horas punta descansar en algún lugar con a/c y a la sombra.
• La luz dorada: Sitúate en el mapa y trata de caminar por las mañanas dirección – este hacia oeste – para que el amanecer ilumine tu camino y el sol te de la espalda. Lo mismo, pero al revés para el atardecer.
• Da rienda suelta a tu curiosidad: Las escenas más interesantes se encuentran a 5 o 6 calles de los lugares turísticos. Apartado de los típicos lugares es donde encontrarás escenas más auténticas, y sobre todo descubrirás una Cuba mucho más real.
• Llega agua, mucha agua. No te olvides de la crema de sol y una gorra ¡lo necesitarás para las largas jornadas de fotografía! Cuba es adictiva y si vas con el objetivo de fotografiar como hice yo, superarás fácilmente los 8 – 10km diarios caminando.