"Cuando la poesía se cruzó en mi camino"
Comparto una fotografía muy especial para mí, resultado de la espera o la casualidad, o quizás por estar en el momento y el lugar adecuados.
Era el atardecer de un día cualquiera en el mes de julio. El sol cayó tras la línea del horizonte, pero la luz seguía gobernando el paisaje del Mediterráneo, sin dejar paso al anochecer. Decidí hacer la última foto del día a un bonito muro de piedra que dividía en dos el azul del cielo y del mar, los trazos bellos del agua y el cielo me parecían sencillos y a la vez tan bellos... pero algo sucedió. El perro de un pescador decidió levantarse de su siesta y cruzar todo el muro hasta posicionarse frente a mí, como si se tratase de una premonición, como si la noche avisase que estaba a punto de llegar, y este perrito negro fuese la reencarnación de la oscuridad que avisaba.
Con una película de ISO 160, y la máxima apertura a f2 sabía que tenía que mantener firme la cámara, pues era un momento mágico y poético, donde la poca luz que quedaba no podía hacerme fallar. Tuve que elevar un poco más la cámara para que perro encajase a la perfección entre la línea del horizonte y el muro, y encajó. Disparé y esperé varias semanas para ver el resultado... Y ahí es donde la magia de la película reside, en la espera a los resultados, pero también en la concentración y en la exactitud que requiere la fotografía manual.
Desde ese momento pienso que la película es como los libros de poesía, algo que no guardas, y que siempre tienes a mano, que disfrutas con detenimiento y pausa, pero cuando haces uso de ello, termina por agradarte más que cualquier otra cosa, son pequeños momentos, pequeños detalles...
Kodak Portra 160
Leica M6
Zeiss 35mm f/2 Biogon ZM
Comparto una fotografía muy especial para mí, resultado de la espera o la casualidad, o quizás por estar en el momento y el lugar adecuados.
Era el atardecer de un día cualquiera en el mes de julio. El sol cayó tras la línea del horizonte, pero la luz seguía gobernando el paisaje del Mediterráneo, sin dejar paso al anochecer. Decidí hacer la última foto del día a un bonito muro de piedra que dividía en dos el azul del cielo y del mar, los trazos bellos del agua y el cielo me parecían sencillos y a la vez tan bellos... pero algo sucedió. El perro de un pescador decidió levantarse de su siesta y cruzar todo el muro hasta posicionarse frente a mí, como si se tratase de una premonición, como si la noche avisase que estaba a punto de llegar, y este perrito negro fuese la reencarnación de la oscuridad que avisaba.
Con una película de ISO 160, y la máxima apertura a f2 sabía que tenía que mantener firme la cámara, pues era un momento mágico y poético, donde la poca luz que quedaba no podía hacerme fallar. Tuve que elevar un poco más la cámara para que perro encajase a la perfección entre la línea del horizonte y el muro, y encajó. Disparé y esperé varias semanas para ver el resultado... Y ahí es donde la magia de la película reside, en la espera a los resultados, pero también en la concentración y en la exactitud que requiere la fotografía manual.
Desde ese momento pienso que la película es como los libros de poesía, algo que no guardas, y que siempre tienes a mano, que disfrutas con detenimiento y pausa, pero cuando haces uso de ello, termina por agradarte más que cualquier otra cosa, son pequeños momentos, pequeños detalles...
Kodak Portra 160
Leica M6
Zeiss 35mm f/2 Biogon ZM
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