Autor: Víctor Santburg, (Valencia). Web: galería de Flickr.
Los rastros o mercadillos son una fuente inagotable de escenas y momentos irrepetibles, relaciones humanas y personajes carismáticos. Cientos de artículos de todos los colores, tamaños y texturas forman un manto a lo largo de calles esperando a que la gente se acerque a ellos, se interesen y empiece el antiguo arte del regateo.
Cuando vamos con la idea de tomar fotos hay que agudizar los sentidos, pues pasan por tu lado decenas de personas en las cuales puede estar la foto que andas buscando durante toda la mañana. Momentos fugaces a tu alrededor susceptibles de ser capturados por tu cámara si eres lo suficientemente rápido y estás lo suficentemente atento a ellos.
En mi caso, la primera regla que tengo es NO «buscar» entre los artículos en venta, pues distraen la atención. A medida que paseo por sus calles, miro los puestos de venta con una perspectiva de 3a persona. Me interesa ver como la gente se relaciona con esos artículos o con sus vendedores, bien sea un señor regateando un precio o un niño sosteniendo ese juguete que tanto le ha llamado la atención; pues mi intención captar el espíritu del rastro mas que a las personas en sí que por allí pasean de forma individual. Quizás la mejor forma de explicarlo es a través de la interesante visión que tenía Eugene Smith cuando se lanzó a su gran proyecto personal sobre Pittsburgh «Dream Street» en el que, según sus palabras, trataría de mirar a la ciudad como individuo:
No buscaré saber que es lo que sea cada individuo en tanto que persona completa, ya que el indivíduo en este ensayo es un elemento singular en un conjunto, que es la ciudad. Ya que la ciudad de Pittsburgh es mi proyecto y el único individuo a conocer.
Otro sentido que nos puede ayudar mucho a capturar un buen instante es estar atento nuestros oídos. Muchas veces, las conversaciones nos pueden dar una pista de donde se está desarrollando una acción que nos pueda resultar interesante, así es que afinando el oído, podemos ser capaces de enfocar nuestra atención hacia la dirección donde se pueda hallar ese instante, anticipándonos así a dicha acción.
He leído varias veces el simil del «cazador rastreando a su presa»… yo prefiero asimilarlo como una persona que ha perdido la vista, la cual debe de estar concentrada y atenta a lo que percibe a su alrededor para no tropezar y seguir el camino correcto, pues en ese camino encontraremos la fotografía que buscamos. Si me pongo un poco poético podría hasta decir que, en ese camino, nos encontraremos a nosotros mismos. Encontraremos nuestros gustos a través de las situaciones que nos parecen interesantes, dependiendo de la persona que seamos; pues cuando actuamos casi por instinto, en cuestión de segundos, es cuando sacamos eso que llevamos dentro y que no podemos sacar a través de la meditación, si no del impulso.
Recordar que siempre es bueno tener en cuenta el tipo de escenario en el que vamos a movernos y que, en el que nos ocupa, está lleno de colores y siluetas, tanto por las personas con sus vestimentas como por los artículos expuestos. Por lo tanto, trato de tener cuidado con los encuadres para tratar de cortar lo menor posible a personas o líneas horizontales/verticales, pues restan mucho atractivo al resultado final de la fotografía. Es bueno aprovechar las luces incidentes sobre los colores, las sombras que se proyectan y unirlo a la mencionada gama de colores que se nos presenta… tratando así al rastro como un gran «ser» y no como a una serie de sectores individuales.
Para terminar, haré una pequeña reseña sobre mi equipo y el motivo de mi elección. Pasé a Fujifilm a raíz de un problema económico por el cual tuve que vender todo mi anterior equipo y adquirir una cámara asequible para salir del paso… esta cámara fue la X-M1 y, tras el primer fin de semana de prueba en un concierto casi a oscuras, consiguió engancharme al sistema Fuji X. Sin ir mas lejos, parte de la serie del rastro está hecha con la X-M1.
Recientemente, y tras salir del bache, he tenido la suerte de poder migrar a la X-T1, la cual me tiene enamorado. La serie X-E son las que me parecen mas bonitas, pero en mi «estilo» se dan numerosas ocasiones en las que hago la foto desde la cintura, para ganar un punto de vista más bajo o para un plano cenital y la pantalla abatible de la X-T1 es la mejor herramienta para dicho menester. Por otra parte, la inmensa mayoría de mis fotos están hechas con objetivos analógicos (en especial con mi adorado Kónica Hexanon 40 1.8) y el visor de la X-T1 es insuperable para enfocar en modo manual.
Los RAWs del x-trans son tremendamente maleables, pudiendo recuperar luces y sombras sin el mayor problema y con un gran margen de retoque en la colorimetría. Por lo tanto, con la X-T1 soy capaz de hacer cualquier fotografía por muy soleado que esté el día gracias a su visor, soy capaz de hacer fotos desde el ángulo de visión que necesite sin necesidad de agacharme o tirarme al suelo gracias a su pantalla abatible, darle a una fotografía tantas vueltas como quiera en el revelado gracias a sus archivos e incluso saber, de un vistazo, la configuración que llevo puesta antes de encender la cámara gracias a sus diales superiores…
La única mejora que no dispone la X-T1 es de una velocidad de obturación mas rápida (cosa a la que me tenía acostumbrado mi anterior equipo), pero que van a implementar en la próxima actualización de firmware, ¡nada menos que hasta a 1/32000! Así es que ahora si puedo decir que tengo mi cámara perfecta en la mochila.
Si se nos escapa una fotografía con la X-T1, podemos afirmar casi al 100% que ha sido por falta de atención o rapidez de reacción por nuestra parte, pero nunca por culpa de nuestro equipo.
¡Gracias por compartir tu valiosa experiencia fotográfica, Víctor!
Gracias a ti por pasarte! Para mi es un honor tener una publicación aquí, entre tanto grande!
Un saludo, Ángel!