Primera excursión compartida con mi mujercita, siendo ya amos de nuestro tiempo. Ordesa se ha mostrado perezosa en su vestimenta otoñal y muy lluviosa y neblinosa a lo largo de nuestra estancia, cosa que sin duda es una bendición.
Hoy, cuando todo parece desmoronarse a nuestro alrededor, transcribo aquí algo que escribí hace un par de años, inspirado en lo que me hacen sentir la Catedral de las Montañas y su entorno, a modo de refugio frente a las miserias humanas.
"OTOÑO
No puedo echar en falta lo que no conozco o no valoro como un horizonte que alcanzar. A mi ya avanzada edad, el "Carpe Diem" constituye un mantra para gozar los buenos momentos de las pequeñas cosas. Las expectativas se ralentizan y acomodan a los ritmos vitales y los pasos nos acercan a esos horizontes más cercanos y accesibles en los que seguir descubriéndonos como aquel niño cuyo mundo se cernía a su calle, a sus cuatro esquinas, a su barrio, a sus amigos, a sus juegos...
En el otoño de mi vida se condensan los cinco sentidos para que nada escape a su percepción: los colores de la naturaleza, los aromas del bosque, el susurro del agua, la suavidad del musgo mullido, el sabor de las moras, las castañas, las endrinas, las setas, el sonido de la berrea, el crepitar de las hojas muertas a nuestro paso, los mensajes volanderos que nos envían las que comienzan a caer. Nada escapa a la percepción de la vivencia pausada. El jolgorio, la jarana y las prisas quedaron atrás. ¡TODO EN MI ES OTOÑO!"
Hoy, cuando todo parece desmoronarse a nuestro alrededor, transcribo aquí algo que escribí hace un par de años, inspirado en lo que me hacen sentir la Catedral de las Montañas y su entorno, a modo de refugio frente a las miserias humanas.
"OTOÑO
No puedo echar en falta lo que no conozco o no valoro como un horizonte que alcanzar. A mi ya avanzada edad, el "Carpe Diem" constituye un mantra para gozar los buenos momentos de las pequeñas cosas. Las expectativas se ralentizan y acomodan a los ritmos vitales y los pasos nos acercan a esos horizontes más cercanos y accesibles en los que seguir descubriéndonos como aquel niño cuyo mundo se cernía a su calle, a sus cuatro esquinas, a su barrio, a sus amigos, a sus juegos...
En el otoño de mi vida se condensan los cinco sentidos para que nada escape a su percepción: los colores de la naturaleza, los aromas del bosque, el susurro del agua, la suavidad del musgo mullido, el sabor de las moras, las castañas, las endrinas, las setas, el sonido de la berrea, el crepitar de las hojas muertas a nuestro paso, los mensajes volanderos que nos envían las que comienzan a caer. Nada escapa a la percepción de la vivencia pausada. El jolgorio, la jarana y las prisas quedaron atrás. ¡TODO EN MI ES OTOÑO!"
Adjuntos
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