Paseos por cementerios de muertos y cementerios de vivos
No con mucha frecuencia, pero me gusta pasear tranquilamente por los cementerios, detenerme a leer las lápidas, las dedicatorias, las fotografías que adornan los nichos, todas iguales, todas diferentes. El fotógrafo debió hacer una fortuna y eso que el Photoshop es relativamente reciente. Hizo una foto de hombre y otra de mujer, les puso un marco ovalado y luego ligeros retoques, barba o gafas, pelo largo o corto y tenemos identificada a toda la parroquia.
Respiro paz y me invita a pensar en algo diferente a la rutina diaria. Incluso píenso en cosas alegres y no es raro que acabe soltando una reprimida carcajada.
No te olvidamos (y lo olvidaron), tu desconsolada esposa (que enseguida recobró la sonrisa con el vecino del bigotillo), tu fiel servidora (que solamente servía de suplente en los combates del tálamo) , tus hijos y nietos…
Solamente me cambia la cara cuando, queriendo evitar el paso, me tropiezo con tumbas con figuras de angelitos. No soporto el sufrimiento de un niño, la pena de un niño, la muerte de un niño. Y es una de las pocas cosas que me hace dudar de nuestra trascendencia.
Y me gusta estar solo y hablar conmigo y con ellos en un diálogo imposible. Y quedo atrapado en el reclamo de las frases que están escritas solamente, creo yo equivocadamente, para llamarme la atención.
No, amigos. No se me ha ido la pinza.Me he acordado de lo que os estoy contando, esta tarde cuando recorría los post de Facebook. Y en ese batiburrillo de bellas poniendo morritos, de buitres intentando quedar para morderlos, de personas que reclaman tu amistad, te ofrecen préstamos baratos o te piden que los fotografíes para un book. De polémicas imposibles porque nos cogió muy mayores para convencer y para ser convencidos. En ese zoco donde todo parece venderse destacan las voces limpias de los poetas: los que lo saben y los que son tan naturales que hasta cuando dicen buenos días suena a poema del alma.
Y aquí también hay muchos muertos. Muertos a la felicidad, a la razón, al disfrute sosegado de la vida, a la belleza de un niño corriendo tras una pelota, a la sonrisa a veces burlona de la persona que amas...
No con mucha frecuencia, pero me gusta pasear tranquilamente por los cementerios, detenerme a leer las lápidas, las dedicatorias, las fotografías que adornan los nichos, todas iguales, todas diferentes. El fotógrafo debió hacer una fortuna y eso que el Photoshop es relativamente reciente. Hizo una foto de hombre y otra de mujer, les puso un marco ovalado y luego ligeros retoques, barba o gafas, pelo largo o corto y tenemos identificada a toda la parroquia.
Respiro paz y me invita a pensar en algo diferente a la rutina diaria. Incluso píenso en cosas alegres y no es raro que acabe soltando una reprimida carcajada.
No te olvidamos (y lo olvidaron), tu desconsolada esposa (que enseguida recobró la sonrisa con el vecino del bigotillo), tu fiel servidora (que solamente servía de suplente en los combates del tálamo) , tus hijos y nietos…
Solamente me cambia la cara cuando, queriendo evitar el paso, me tropiezo con tumbas con figuras de angelitos. No soporto el sufrimiento de un niño, la pena de un niño, la muerte de un niño. Y es una de las pocas cosas que me hace dudar de nuestra trascendencia.
Y me gusta estar solo y hablar conmigo y con ellos en un diálogo imposible. Y quedo atrapado en el reclamo de las frases que están escritas solamente, creo yo equivocadamente, para llamarme la atención.
No, amigos. No se me ha ido la pinza.Me he acordado de lo que os estoy contando, esta tarde cuando recorría los post de Facebook. Y en ese batiburrillo de bellas poniendo morritos, de buitres intentando quedar para morderlos, de personas que reclaman tu amistad, te ofrecen préstamos baratos o te piden que los fotografíes para un book. De polémicas imposibles porque nos cogió muy mayores para convencer y para ser convencidos. En ese zoco donde todo parece venderse destacan las voces limpias de los poetas: los que lo saben y los que son tan naturales que hasta cuando dicen buenos días suena a poema del alma.
Y aquí también hay muchos muertos. Muertos a la felicidad, a la razón, al disfrute sosegado de la vida, a la belleza de un niño corriendo tras una pelota, a la sonrisa a veces burlona de la persona que amas...