Septiembre 2015. Nuestro tercer día en Seúl. Habíamos decidido dedicarle toda la mañana al complejo palacial Changdeokgung. El lugar era magnífico. Aparte de los salones del trono, las diversas plazas que servían como antesalas, tenía unos extensos edificios gubernamentales, estaba el magnifico Jardín Secreto, las diferentes residencias privadas de miembros de las familia real etc.
Por desgracia solo pude tomar unas cuantas fotos. De repente, no podía tomar fotos. Quité la tarjeta, una Kingston, y funcionaba. La SD se había estropeado. No pasa nada, soy una persona previsora y tenía otra SD en mi mochila. Tampoco funcionaba. Una tarjeta que falla, dos…. Me temía que mi Fujifilm X-100T que apenas tenía unos meses había fallado justo al otro lado del mundo.
El complejo es una maravilla. La historia, rivalidad entre familiares en pleno siglo XV, unos en en Gyeonbok, al oeste, y otros aquí en el este, destrucciones por parte de invasores, japoneses, chinos (dinastía Ming) y luego japoneses… Príncipes herederos devueltos a Korea tras la ocupación japonesa que pierden la cabeza al verse de nuevo en su país, que nunca habían visto, y verse obligados a volver a Japón, el país de sus captores, para poder mantener algo de cordura…
Ya por la tarde, en una tienda local en el centro, me confirmaron que el problema era de las tarjetas. Salvaron las fotos que había sacado hasta el momento y compré dos tarjetas a buen precio, y continué tomando fotos sin más incidentes. Desde entonces no he comprado un producto Kingston en la vida.
