Sactess
Fujista Habitual
En una entrevista que le hace David Campany a Stephen Shore, éste último comentaba que para aguantar en la fotografía hace falta tener ambición. Shore le dice a Campany que sin ambición es imposible siquiera resistir por más de unos pocos años en esto. Te saldrá otro trabajo, tendrás un hijo o cambiarás de hobby porque te aburrirás, le explica.
Yo enlazo la ambición con las pretensiones. Las pretensiones son la intención con las que haces las cosas y en el caso de la fotografía siempre son desmedidas. Da igual qué intención tengas. No controlas la interpretación y la foto siempre se mueve. Desde luego es inevitable al pulsar un botón tener una intención, la que sea, escurrir ese bulto sirve de poco y no creo que la vergüenza de los fotógrafos por hacer arte juegue a nuestro favor. Simplemente hay un auge del documentalismo y quitar toda la intención artística es un valor recurrente para venderte un producto artístico. Es un libre de pecado. A mi por el contrario me gusta pecar.
En las sociedades capitalistas la mirada hacia el mundo es una mirada artistizante, estetizante, apropiatoria de la realidad. Vemos la propia vida como obra de arte y al arte como un canto a la vida. Tik tok es eso. Pintar las favelas de colores es eso. El primer mundo ha ido al agujero del mundo a pintarlo de colorines. Ha ido a dignificar la miseria con el arte, bien sea con una idea de belleza sublime o sea con una idea de creatividad que admite lo grotesco y el humor. Da igual cual será la formulación, es igualmente un gesto burgués. Venecia es el mundo entero y hemos ido pertrechados de nuestras cámaras.
Por lo tanto, censurar la mirada artistizante del otro, sus intenciones y sus funciones, es querer sacarle los ojos. No podemos mirar el mundo de otro modo. Vivimos en una experiencia estética. Simplemente las formas del arte cambian, se suman unas a otras y en la concurrencia van a adquirir un valor relativo como producto.
Cuando has visto 400 fotografías de un coche tapado con una tela el concepto ya pierde todo su valor. Los fotógrafos hacemos un ejercicio contrario a la fotografía: hacer fotografías. La cámara genera un arte en cadena de producción, un arte industrial y eso es un concepto del revés.
En el arte precisamente buscamos al fantasma porque el otro lugar que nos tiene reservado el sistema es el zombie. Precisamente lo complicado es llegar al fantasma en un arte zombie. El fantasma es lo familiar, lo que tiene que ver contigo, con tu pasado y tu historia. El fantasma te habla a ti. Sabe tu nombre. El zombie no sabe nada de ti. Es completamente ajeno. No pertenece al otro mundo. No te rapta. El zombie es un proceso industrial en si mismo.
Las fotografías de Sthepen Shore son conmovedoras porque tienen fantasma. Su mirada del mundo es artística como la de cualquier otro occidental, simplemente además de eso suma una reflexión sobre su entorno de la que otros trabajos carecen.
Yo enlazo la ambición con las pretensiones. Las pretensiones son la intención con las que haces las cosas y en el caso de la fotografía siempre son desmedidas. Da igual qué intención tengas. No controlas la interpretación y la foto siempre se mueve. Desde luego es inevitable al pulsar un botón tener una intención, la que sea, escurrir ese bulto sirve de poco y no creo que la vergüenza de los fotógrafos por hacer arte juegue a nuestro favor. Simplemente hay un auge del documentalismo y quitar toda la intención artística es un valor recurrente para venderte un producto artístico. Es un libre de pecado. A mi por el contrario me gusta pecar.
En las sociedades capitalistas la mirada hacia el mundo es una mirada artistizante, estetizante, apropiatoria de la realidad. Vemos la propia vida como obra de arte y al arte como un canto a la vida. Tik tok es eso. Pintar las favelas de colores es eso. El primer mundo ha ido al agujero del mundo a pintarlo de colorines. Ha ido a dignificar la miseria con el arte, bien sea con una idea de belleza sublime o sea con una idea de creatividad que admite lo grotesco y el humor. Da igual cual será la formulación, es igualmente un gesto burgués. Venecia es el mundo entero y hemos ido pertrechados de nuestras cámaras.
Por lo tanto, censurar la mirada artistizante del otro, sus intenciones y sus funciones, es querer sacarle los ojos. No podemos mirar el mundo de otro modo. Vivimos en una experiencia estética. Simplemente las formas del arte cambian, se suman unas a otras y en la concurrencia van a adquirir un valor relativo como producto.
Cuando has visto 400 fotografías de un coche tapado con una tela el concepto ya pierde todo su valor. Los fotógrafos hacemos un ejercicio contrario a la fotografía: hacer fotografías. La cámara genera un arte en cadena de producción, un arte industrial y eso es un concepto del revés.
En el arte precisamente buscamos al fantasma porque el otro lugar que nos tiene reservado el sistema es el zombie. Precisamente lo complicado es llegar al fantasma en un arte zombie. El fantasma es lo familiar, lo que tiene que ver contigo, con tu pasado y tu historia. El fantasma te habla a ti. Sabe tu nombre. El zombie no sabe nada de ti. Es completamente ajeno. No pertenece al otro mundo. No te rapta. El zombie es un proceso industrial en si mismo.
Las fotografías de Sthepen Shore son conmovedoras porque tienen fantasma. Su mirada del mundo es artística como la de cualquier otro occidental, simplemente además de eso suma una reflexión sobre su entorno de la que otros trabajos carecen.
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