Siempre he defendido que, de cara al cliente, el tamaño del sensor es irrelevante —o debería serlo. La cámara es una herramienta que, para funcionar, necesita por lo menos un elemento más (la óptica) y cuyos resultados dependen mucho de los conocimiento del operador/artesano/artista (que cada uno marque la casilla que crea corresponder a su caso) en cuestión.
Cuando me pasé de Nikon a Fuji colaboraba con un estudio de diseño/arquitectura para quien hacía muchos trabajos en Madrid. Con el equipo nuevo (XT2 y 10-24mm f4) les hice unos cuantos reportajes hasta que un día al diseñador le dio por mirar los datos exif en Photoshop; entonces me llamaron preguntando porque no usaba una full frame para este cometido.
Mi respuesta obviamente fue algo como “¿Qué más dá?”, pero a partir de ahí dejaron de llamarme. Y en este caso concreto, cuando no hay ninguna ventaja entre un formato y otro —fotos hechas a f8 (o f11, según la tolerancia a la difracción de cada formato), con trípode—, es una discusión estéril que realmente debería estar superada.
Pero también debería estar superado el espejismo de que sensores que tienen una cuarta parte del área de un sensor 35mm podrán algún día presentar el mismo rendimiento. Repito: cuando me pasé a Fuji lo hice sabiendo que ganaba en algunos aspectos, pero que perdía en otros. Y elegí el sistema X porque el M4/3 no da la talla para el tipo de reportaje que vendo. Punto y pelota, me da igual lo que diga el colega en sus videos. Y si ahora me paso a Sony es porque tengo muy claro qué gano y qué pierdo, siendo evidente que la balanza tuvo más pros que contras, si no, no lo haría.
Que cada uno elija lo que más le conviene sin dar demasiado peso a la opinión de “expertos” de internet (las comillas no las pongo por el señor Rodríguez, pero sí por los de fstoppers) que, lo más de las veces, tienen intereses ocultos alimentados por patrocinios y jugosas partidas publicitarias.
Saludos.
Sent from my iPhone using Tapatalk