Acostumbro a fotografiar las calles, pero no siempre son atractivas. El hecho de conocer el aspecto del paisaje que nos rodea, hace que lo veamos con ojos cansados de mirar. Esto no sucede cuando viajamos porque lo desconocido nos suele sorprender y atraer al mismo tiempo.
No descubro nada nuevo si digo que la clave para encontrar el estímulo a seguir fotografiando sería que todo nos asombrase como cuando es nuevo. A esto le llamo “el modo viaje” y es algo que intento conseguir cuando estoy poco inspirado.
Desde ese instante empecé a ver las paradas de los autobuses de otro modo dado que nunca antes me había fijado en ellas
Unos meses atrás andaba en busca de algo con lo que entretenerme. Me propuse fotografiar repetidas veces lo feo y conocido, para forzar mi creatividad, si la hubiera. Nada daba resultado hasta que un día me detuve ante una parada porque la luz que caía sobre un cristal provocaba una serie de texturas y reflejos que me atrajeron. No era nada nuevo, nada original e incluso algo manido, pero por casualidad se activó en mí “el modo viaje”. Desde ese instante empecé a ver las paradas de los autobuses de otro modo dado que nunca antes me había fijado en ellas. A partir de esa toma observé: el comportamiento, las acciones y los sentimientos de la gente que esperaba. Imaginaba dónde irían, cuáles serían sus profesiones o qué les preocuparía.
En alguna ocasión hablé con la gente que esperaba a ser transportada. Me contaron los hábitos que tenían y sus rutinas. Mucha gente utilizaba el teléfono para matar el tiempo y para no entablar conversación con el vecino.
“Había perdido a un familiar la noche anterior”
La única conversación interesante que mantuve fue con un hombre al que fotografié en la parada y que estaba completamente abstraído. No se percató de mi presencia y eso que estaba pegado a él. Cuando lo hizo se asustó y salió trance, le pedí disculpas. Le dije que le había fotografiado y le conté lo que estaba haciendo. Él me respondió que estaba ensimismado porque había perdido a un familiar la noche anterior. Le pedí de nuevo disculpas y me dispuse a borrar la foto a lo que se negó, añadiendo que a él de joven también le gustaba la fotografía. Al verla me dijo que había captado su atontamiento, pero que estaba subexpuesta, y razón tenía. Esa imagen, nunca saldrá de mi ordenador y la guardo con especial cariño por la amabilidad que me mostró.
El reflejo, fue el detonante para encontrar qué fotografiar y para que las paradas ya no fueran un elemento urbano más. Más abajo te hablo de la parte más técnica de esta mini serie.
¿Cómo encontrar un detonante y entrar en “modo viaje”? No busques el orgasmo, encuéntralo.
Me decía una amiga sexóloga, “no busques el orgasmo, encuéntralo”. Y esto que parece una sentencia abstracta tiene todo el peso y una parte muy concreta, porque si no te pones manos a la obra dudo que encuentres nada. La sentencia también hace referencia a no estresarte por lograrlo, a cambio de disfrutar del trayecto sin ir en busca del final.
Pues eso debería pasarnos con la fotografía, debería ser mayor el placer del recorrido que la llegada.
Vamos a intentarlo. -No tengo nada que fotografiar porque ya conozco mi ciudad y lo que es peor, a la gente de mi ciudad. Todo me es aburrido y necesito viajar para ver cosas nuevas.
Este veredicto nos lo hemos repetido en cantidad de ocasiones. Si revisamos nuestras imágenes, las que ya están cocinadas, es muy probable que coincidan en el tipo de focal usada, en la velocidad de obturación, en los motivos a retratar o en los modos en los que uso la cámara. Esto lo hacemos porque nos produce tranquilidad, ya conocemos los resultados y eso nos tranquiliza. Para mí es un error, ya que estamos buscando el orgasmo en lugar de encontrarlo.
Como hemos utilizado la técnica que conocemos, sabemos que alguna, al menos alguna quedará bien. Luego la podremos mostrar y recibir los tan ansiados likes. Has hecho lo mismo de siempre, repitiendo la misma mecánica y has conseguido tu like. ¿Te gustó el camino recorrido? Si es así, te doy mi más sincera enhorabuena y probablemente seas tú el que tengas que contarnos el secreto de esa felicidad.
En general intento saltarme las normas, es más divertido. Hago cambios a la hora de disparar y en el procesado. Lo realizo con la intención de viajar sin conocer el final e intentando que esa ruta me sea placentera y me traiga un detonante que me motive a continuar fotografiando y si luego llega el orgasmo pues mejor que mejor.
Cuando empezamos en esto de hacer fotos nuestra mayor preocupación es la parte técnica. Como estamos aprendiendo cualquier cosa que quede decente y bien expuesta nos gusta y parece magia.
Pasado el tiempo empezamos a ver los trabajos de otros y luchamos por conseguir sus resultados, creo que esto un error dado que de nuevo trabajamos para un final en lugar de disfrutar del trayecto donde quizá algún detonante aparezca y haga de nuestra obra algo único o al menos nuestro.
A menudo intento inventarme fotos, situaciones que me gustaría encontrar para captarlas. Recreo cómo sería la luz, que sujetos habría e incluso cómo la procesaría. Con esto, además de echar el rato, lo que estoy haciendo es decirle al cerebro que viaje y que intente entrar en ese modo.
Hemos visto cómo la inspiración nos puede venir de manera fortuita o forzándola con la técnica, nos queda ver cómo hacerlo con nuestro cerebro con lo que llamo “cadena de pensamiento” pero para no extender más esto lo contaré en otra ocasión. No quiero aburrir al lector con mis “mierdas”.
«La parada” en manos de la Fuji X-T20»
Cuando callejeo no pido permiso para disparar. No me escondo y siempre intento no molestar. Si en alguna persona percibo recelo a ser fotografiada la descarto de inmediato. Si tengo tiempo, antes de apretar el obturador observo la escena a nivel lumínico y el comportamiento de los que la componen y sobre todo me pregunto si me atrae. Cada vez disparo menos y no acostumbro a usar la ráfaga, así que me la juego. Si pierdo la imagen no me frustro, para mí es tan solo un pasatiempo y mi objetivo hasta ahora, no es documentar.
No me acompleja usar los automatismos, por suerte están para hacernos la vida más fácil, como el lavavajillas. Uso el ISO en automático marcando un máximo que suele ser altito porque siempre que puedo disparo a 500 de velocidad. Del diafragma si la situación no requiere nada especial, también se hace cargo la tecnología Fujifilm. Por lo que tan solo me resta jugar con la velocidad y la compensación. El Fujinon XF 27mm F2.8 me ha dado más alegrías a la hora de enfocar que el 35mm 2 que también me suele acompañar.
Las imágenes fueron procesadas en Photoshop y Capture One y cada una fue tratada de manera independiente. Cuando veo una serie me dice más lo que cuente a que se parezcan. Trabajé el contraste tonal por el tema de las texturas y el resto de ajustes básicos que hacemos a diario.
Si en algo te ayudó esta reunión de letras, el viaje habrá merecido la pena.
Gracias David por tu experiencia. Llevo una temporada atravesando un bache de motivación fotográfica y tus fotos y palabras me empujan a echarme otra vez a la calle con la X100T colgada del cuello. Ojalá pueda seguir leyendo tus historias en este blog.
Muchas gracias Raskolnikov por tus palabras.
Me gustaría mucho que os fuese de ayuda, está escrito con ese fin. Baches tenemos todos y es de lo más normal, pero estoy convencido de que volverás a tomar el pulso a la calle y a la X100T. Me encantaría que así fuera, lo veremos.
Un placer leer tu reunión de letras. Gracias
Muchas gracias DVDITU. Un saludo
Gracias por compartir, David. Buenas fotos y buen articulo!
De nada, un placer echar el rato entre amigos. Gracias
Me gusta como enseñas algo con mucho sentido fotográfico en un contexto tan corriente y aparentemente limitado.
Gracias Boom. Mi agobio siempre que alguien me tiene que leer es que se aburra, espero que esta vez no haya ocurrido. Gracias por leerlo y comentar. Un saludo
Maravilla, David. Gracias por aportar tu experiencia, nos das ganas de poner en práctica ese «modo viaje». Felicidades por el artículo y las fotos, que bien merecían esta entrada.
Muchíiiisimas gracias Tecla. Espero que a alguien le pueda echar un cable y que ese «modo viaje» entre en nuestras vidas muchas veces para que todo nos parezca la leche. Gracias Tecla
Buen texto y buenas fotos, David. Para reflexionar. Gracias y un abrazo.
Muchas gracias Javier. Si le viene a alguien esta reflexión, yo me quedo contento. Un abrazo
«No tengo nada que fotografiar porque ya conozco mi ciudad»
Me lo he planteado mil veces, y me ha pesado casi otras tantas pero al final,como tu, te das cuenta que siempre hay algo que fotografiar, que las ciudades, sus barrios y sus gentes cambian y eso son nuevas imágenes, pero si la ciudad es pequeña el problema es mayor
Al cabo de un tiempo documentas aún y cuando no fue la actitud inicial
Una gran serie
Muchas gracias miqueljulia por leerlo y comentar.Desde luego que una ciudad menos populosa es un handicap, es ahí cuando más tenemos que tirar de imaginación para mantener viva la afición. Pero es cierto que al final algo surge que nos hace salir cámara en mano. Y que siga sucediendo…
Felicidades por el artículo y, como no, por las fotos. Ambos resultan inspiradores, especialmente para los que nos encontramos en esa fase que comentas en la que nos resulta complicado encontrar algo sorprendente en lo cotodiano.
Gracias Javier por tu comentario. Espero que esa fase se disipe pronto.
También te digo que en ocasiones y me pongo como ejemplo, somos nosotros mismos los que con nuestra autoexigencia nos bloqueamos. A mí me ha pasado un montón de veces porque nada me gustaba. Me estaba olvidando de disfrutar del camino y buscaba un final.
Gracias de nuevo y saludos