Es una suerte poder contar con ópticas manuales que suplan las evidentes carencias de las digitales, con su ausencia incomprensible de anillos de diafragmas y escalas de profundidad de campo. Y, sobre todo, las de montura Leica M o M39, porque sus anillos adaptadores son significativamente más reducidos y ligeros. Yo he tenido la suerte de conseguir un excepcional Voigtländer Color Heliar 75 mm. 2.5 y un Color Skopar 21 mm. f:4 (además de un precioso y magnífico Minolta M-Rokkor 90 mm. F:4, que he vendido para no duplicar ópticas innecesariamente) y estoy francamente satisfecho de haber podido recuperar las sensaciones de lo analógico, hasta el punto de que ya los utilizo mayoritariamente, además de un Zuiko OM 50 mm. 1.8 y un 100 mm. 2.8, dos pequeñajos que son una delicia, a pesar de su adaptador más voluminoso. Creo que voy a ir prescindiendo de las ópticas digitales después de la experiencia.