Pues sí, ese es mi eterno dilema. Y no es por el formato sino por la "atracción fatal".
Resulta que mi vuelta al micro 4/3 ha despertado en mi la necesidad de regresar a Fuji X. Y esa es la ventaja que encuentro en tener dos equipos tan diferentes: que puedo optar por uno u otro en función de mis preferencias puntuales. Y a ese binomio podría añadir el nuevo APS-C de Nikon, que sin duda elegiría si dispusiera de cámaras de diseño sin joroba, porque mi corto paso por el sistema me ha demostrado que sus ópticas básicas de arranque le dan ciento y raya a las de Fuji... y no tanto a las micro 4/3.
Pero, afortunadamente, tengo el equipo Fuji X que más me gusta (a la espera, siempre, de mi anhelada
X-Pro3 o X-E3 estabilizadas, claro). Y ahora, de nuevo, es su turno.
La cosa va casi por semanas: una me apetece el micro, y a la siguiente echo de menos (y mucho) coger la X-E3 o la X-T1 que tienen, para mi, esa "atracción fatal".
Y es que, en esto de la fotografía, la sintonía del indio con su flecha es más importante de lo que pensamos, más allá de mierdapíxeles y otras zarandajas. Porque no hay nada como sentirse a gusto con una cámara que, en definitiva, es nuestra cómplice en esa caza incruenta de retener los momentos privilegiados y hacerlos nuestros e inolvidables.