Viajar a Berlín en avión y bajarse en el aeropuerto de Tegel tras unas tres horas de vuelo es lo usual. Viajar en coche, y atravesar las olas de calor de Francia y de Alemania de finales de junio de 2019 tiene hasta su punto heroico, pero merece la pena puesto que el viaje arquitectónico comienza ya en Dessau-Rosslau, un poco más de 100 kilómetros antes de llegar a Berlín.
Si la Bauhaus comenzó su andadura en el año 1919 en la ciudad fundacional de Alemania de Weimar, su edificio icónico se levantaría pocos años después, cuando la sede de la más famosa escuela de artes del siglo XX se traslada a Dessau-Rosslau, obra del arquitecto Walter Gropius y primero de los tres directores de la escuela. Encontramos el edificio con bastante facilidad y con forzada calma nos acercamos a él. Pasa media hora de las cinco de la tarde y tenemos 39 grados. Nadie dijo que iba a ser fácil.
Las formas puras del edificio son innegables, al igual que la extensa superficie de cristal en fachada que recorriendo las esquinas sin solución de continuidad recuerda a la Fábrica Fagus, obra del mismo arquitecto. Sabemos perfectamente a lo que vamos mientras sentimos el calor de la X-Pro2 sobre la camisa. Aunque intentamos ir por la sombra de los árboles que hay a lo largo de la Gropiusallee, la X-Pro2 y el Fujinon XF 14mm F2.8 R deben estar a 42-45 grados debido al sol que nos va quitando energía poco a poco, pero estamos tranquilos ya que sabemos que la Fuji no nos va a fallar. Aguanta lo que la echen. Recorremos todo el edificio y entramos en la tienda a comprar algo. Dentro la temperatura es aún superior y la humedad también. Un verdadero horno que ayuda en cierta forma a gastar menos dinero del que la tentación sugiere. Ya otra vez fuera, en la fachada sureste vemos en vertical la composición de formas probablemente más famosa de la arquitectura alemana del siglo pasado, la más impactante: BAUHAUS. Icono total de la arquitectura moderna.
Ya en la capital, y con algunos grados menos aprovechamos al día siguiente el ambiente de la Alexanderplatz para llevarnos otro verdadero icono, esta vez proveniente de la extinta DDR: la torre de Televisión de Berlín, la cual, con sus 368 metros de altura máxima no solo es un símbolo de la reunificación alemana sino probablemente el símbolo actual del skyline de Berlín junto con la Puerta de Brandeburgo. Se celebran este Noviembre los 30 años de reunificación y nosotros lo celebramos fotográficamente con el 14mm disparando a la Torre desde múltiples y variados ángulos, siendo especialmente sorpresivos los resultados al disparar a contraluz: La “Fernsehturm” resultante de las habilidades del Fujinon de 14mm muestra textura perfectamente visible en el fuste de la columna y no existe ni la menor luz parásita gracias al magnífico recubrimiento de los objetivos de Fuji. Por cierto “Fernsehturm” viene de las palabras alemanas “Fernsehen” (televisión) y “Turm” (torre), pero es que a su vez, “Fernsehen” viene de “fern” (lejos) y “sehen” (ver). En otras palabras: estamos en la torre de ver de lejos, para que nos entendamos. ¡Quién dijo que el alemán era un idioma difícil! Hacemos una toma de la entrada y otro par de ellas aprovechando la presencia del Reloj Mundial en la mismísima Alex. En realidad, y bajo un punto de vista urbanístico, esta plaza se extiende hacia el oeste hasta llegar al edificio del Ayuntamiento Rojo, (Rotes Rathaus) llamado así por estar hecho en ladrillo del mismo color. Lleva razón Harald Franzen en su libro “Fotografiar en Berlín” cuando dice que la fachada principal solo merece la pena fotografiarse al fin de la tarde en los días más largos del año, ya que está orientada al Norte y solo le da la luz directa del sol en tales circunstancias, pero la X-Pro2 no puede disimular su genética street-photo y enmarcamos a dos ciclistas pasando por delante de su fachada este.
Y de un icono del Berlín soviético a otro icono, esta vez perteneciente al Berlín de los tiempos más vergonzosos que la humanidad ha conocido en el siglo XX: el Estadio de las Olimpiadas de 1936. Hecho en hormigón y en piedra de la mayor calidad fue en su día el mayor estadio del mundo con capacidad original para 100.000 personas. Hitler deseaba un estadio con cabida para 400.000 personas, un absoluto imposible que el plazo de tiempo de ejecución de la obra se encargó de escalar adecuadamente. Situado bastante al oeste de la ciudad, sigue conservando una estética de arquitectura dictatorial que comparte con el edificio del Aeropuerto de Tempelhoff, cerrado ya al tráfico aéreo. Sin embargo, la reforma efectuada en el año 2006 añade una cubierta que protege de la lluvia y cambia la estética del estadio de forma radical. Sostenida por unos pilares metálicos muy discretos, hace olvidar en el espectador los fantasmas de la historia y sugiere una Alemania moderna y que mira unida hacia el futuro.
¡Pero basta ya de clichés! Os llevamos ahora donde apenas hay turistas y donde existe una arquitectura de chuparse los dedos. A menos de 500 metros al sur del Estadio Olímpico se encuentra la “Corbusierhaus”, que no es otra cosa que un “ejemplar” del concepto de Unidad Habitacional (Unité d’habitation) del famoso arquitecto suizo Le Corbusier. Solo existen cinco “Unités” en el planeta: La primera en Marsella del año 1952, otra en Nantes, concluida tres años más tarde, la que nos ocupa, de 1958 y ya después las de Briey en Fôret de 1959 y la de Firminy de 1968. Todas construidas en suelo francés salvo la que nos ocupa, la cual está en un estado de conservación extraordinario.
Echa un vistazo al artículo Fotografiar arquitectura con una Fuji X-H1 de Luis Argüelles
El concepto de Unidad Habitacional de Le Corbusier es el de un bloque grande de viviendas que ha de tener cierto grado de autosuficiencia residencial, es decir, ha de funcionar como una mini-ciudad. De esta forma, los pasillos que recorren longitudinalmente cada uno de los pisos se conceptúan como calles (Strasse) y los proyectos originales incluyen tiendas, espacios sociales, etc. El edificio se levanta por encima del suelo apoyado sobre “pilotis” o elementos de sostenimiento vertical que en el edificio primigenio de Marsella tiene una forma clara de pilares pero que aquí han sufrido una metamorfosis, sugiriéndonos un conjunto de tabiques partidos en forma oblicua. Lamentablemente los vecinos, a pesar de disponer de una amplia zona de parking en el exterior, dedican el espacio que se forma bajo el edifico a colocar sus coches ahí. Nos metemos en el edificio y subimos a la cuarta calle. Encontramos en la “calle” a una señora con un perro a la que preguntamos si podemos visitar el edificio. Cuando nos dice nein nos damos cuenta que lo que en realidad le hemos preguntado es si podemos visitar la vivienda en vez del edificio y la señora no está por la labor de enseñarnos su casa. Tampoco nos importa ya que años atrás habíamos visitado en Paris, en el Museo de la “Ciudad de la Arquitectura” en Trocadero una reproducción exacta a escala natural de los apartamentos de las Unidades Habitacionales. Son prácticamente todas ellos apartamentos duplex comunicados por una escalera de tramo único donde el espacio de estar da a una zona de terraza que se asoma a la fachada. El piso superior de cada duplex se apoya por encima de las “strasse” del edificio componiendo la estructura habitacional del edificio, el cual es grande: más de 140 metros de largo por 23 de ancho y superando los 50 de altura (equivalente a unas 15 plantas en un edificio actual, aproximadamente). Una vez fuera, colocamos en la X-Pro2 el Fujinon XF 35mm F1.4 R para captar mejor los detalles de la fachada donde se aprecian perfectamente los duplex que forman un rotundo patrón ortogonal. También, al lado de la entrada principal nos fijamos en las formas “impresas” en el hormigón visto: El Modulor de 1,83 de Le Corbusier y la serie de Fibonacci asociada al mismo en forma gráfica: 0,1,1,2,3,5,8… Preguntó en una ocasión Le Corbusier a Einstein que opinaba de su Modulor asociado a la serie numérica: “Simplifica lo bueno y complica lo malo”, le respondió el Nobel. Complació en extremo tal respuesta al arquitecto el cual no sabía de las muletas conversacionales que tenía el genio de la Relatividad para atender encuentros sociales. No era la arquitectura tema de interés de Einstein pero la frase ha pasado a la posteridad.
Y no solo ha pasado a la posteridad la Corbusierhaus de Berlín, sino las realizaciones arquitectónicas del barrio Hansaviertel. A finales de los años cincuenta del siglo pasado se celebró en la capital alemana una Exposición de Construcción Internacional, la “Interbau 57” del que la propia casa de Le Corbusier forma parte. Sin embargo, a unos cinco kilómetros al este de la zona del Estadio Olímpico, el antiguo barrio Hansa era el emplazamiento perfecto. Los bombardeos de la segunda guerra mundial habían dejado la zona prácticamente como un paisaje lunar y el Berlín occidental vio ahí la oportunidad de construir un nuevo barrio que habría de ser el ideal del nuevo mundo, el ideal del cómo vivir en paz y en armonía. Situado al norte de Tiergarten y a la altura de la Columna de la Victoria al norte del mayor eje longitudinal de Berlín se emplaza el que tal vez sea el mejor tesoro urbanístico y arquitectónico de la capital. Y no exageramos. Nos sumergimos en el barrio con el coche y de repente ya vemos un edificio con unos pilotis especiales, un condimento arquitectónico llamativo que nos hace tirar de freno de mano: Pero si es el edifico de Niemeyer! El único que construyó en Alemania el extraordinario arquitecto brasileño. Se nota la influencia de las Unidades de Habitación, pero la evolución es muy notable: Los pilotis muestran una atrevida forma en V abierta y el núcleo de escaleras y ascensores se deja externo al edificio. Los apartamentos ya no están dispuestos en duplex y la organización de la fachada refleja este hecho en una composición más longitudinal. El acceso principal se efectúa por una especie de simbiosis de escalera y rampa que es ya en si misma una delicatessen arquitectónica donde las bicicletas están prohibidas. En Berlín todo lo que no está prohibido está permitido, pero lo poco que está prohibido está prohibido de verdad.
Tomamos algo en la terraza del Cafe Tiergarten, situada en el edificio “Schwedenhaus”, del arquitecto sueco Fritz Jaenecke, con sus torres de escaleras exentas en la fachada norte y fuerte orientación sur para las viviendas del edificio. Comenzamos de nuevo la marcha y nos sumergimos en el barrio hasta encontrar el edificio de la Academia de las Artes, obra de Werner Düttmann, que se encuentra fácilmente debido a su baja altura, gran extensión en planta y sus paneles exteriores de rugosa textura. No olvidamos la escultura de una mujer estilizada en bronce que recibe hoy en día al visitante. El Fujinon de 14mm apenas da abasto ante tanta belleza.
Caminamos otro trecho y nos encontramos con un edificio del arquitecto de origen húngaro Pierre Vago, el cual fue fundador y después secretario general de la Union Internacional de Arquitectos. Nos llama especialmente la atención el juego de formas del acceso al edificio y la composición especial de la visera de la terraza. En pleno síndrome de Stendhal retrocedemos tan solo unos pasos y nos encontramos de sopetón con el edificio de Walter Gropius para la Interbau 57. Con planta en forma de curva muy abierta orientada al sur quedamos impresionados por el ritmo y juego de la organización de la fachada. Es un atrevimiento, lo se, pero hay algo en la geometría que me recuerda a una simplificación e interpretación de la Casa de la Pedrera, de Gaudí, algo así como un eco lejano. Rodeamos el edificio y el alzado lateral revela al más puro Gropius: No lo pone, pero basta entrecerrar los ojos para ver la palabra vertical BAUHAUS.
Como decíamos antes, el Hansaviertel renació de sus escombros para mostrar al mundo el camino de como debería de ser el barrio residencial ideal, la nueva forma de vivir. Han pasado ya algo más de sesenta años y ya hay una cierta perspectiva histórica que permite hacer los primeros juicios. ¿Han sido un éxito las experiencias urbanísticas y arquitectónicas de la Interbau 57? Las reflexiones darían para un libro y en esta entrada a este Blog tan solo hemos podido arañar la corteza de ese barrio berlinés pero te podemos susurrar algo al oído: nos encantaría vivir ahí. No se nos ocurre mejor zona en la capital de Alemania. Si visitas Berlín no te lo pierdas. Tómalo como un secreto de Fujistas compartido.
Veo que con la XPro2 tambien consigues tu blanco y negro característico. Gran artículo Luis. No tengo idea de arquitectura pero me ha parecido muy interesante, al punto que he acabado en Wikipedia leyendo una entrada sobre las mujeres de la Bauhaus.
Muchas gracias, Juanma, entonces seguro que has visto la foto de las «niñas de la Bauhaus» en la escalera. Eso es muy divertido puesto que cuando estuve allí le dije a mi mujer: «ponte ahí en la escalera, posa así y asao y sonríe». Y para qué? Pues ahora la tengo encantada habiendo posado ahí 🙂