Joven urraca by Fran B., en Flickr
Pues aqui os dejo esta joven Urraca que desconocía que presentaran el iris azulado. Estaba en el cespéd de un parque y por sus movimientos me percaté de que era joven. Además no levantaba el vuelo y saltaba a esconderse tras los troncos de los árboles. Esta actitud me hizo coger la cámara que tenia en el coche muy cerca (me he acostumbrado a llevarla en el maletero siempre que puedo) y a intentar fotografiarla. Esto produjo una reacción instantánea en la madre que andaba por las copas de los árboles, bajando hasta unos dos metros por encima de mi sin dejar de "chillar" estrepitosamente los diez minutos que me dediqué a perseguir al/la jovenzuelo/a en una actitud claramente defensiva de su retoño. No la incordié mucho, porque no estaba en mi ánimo molestar pero si que fué una experiencia. El polluelo miraba hacia donde chillaba su madre, de tanto en tanto, como preguntando que debía hacer hasta que finalmente subió de un salto a una rama y a partir de ahí la caza fotográfica cesó y por ensalmo los chillidos de la madre también, aunque cogió altura en su árbol y no me quitaba ojo.
Pues aqui os dejo esta joven Urraca que desconocía que presentaran el iris azulado. Estaba en el cespéd de un parque y por sus movimientos me percaté de que era joven. Además no levantaba el vuelo y saltaba a esconderse tras los troncos de los árboles. Esta actitud me hizo coger la cámara que tenia en el coche muy cerca (me he acostumbrado a llevarla en el maletero siempre que puedo) y a intentar fotografiarla. Esto produjo una reacción instantánea en la madre que andaba por las copas de los árboles, bajando hasta unos dos metros por encima de mi sin dejar de "chillar" estrepitosamente los diez minutos que me dediqué a perseguir al/la jovenzuelo/a en una actitud claramente defensiva de su retoño. No la incordié mucho, porque no estaba en mi ánimo molestar pero si que fué una experiencia. El polluelo miraba hacia donde chillaba su madre, de tanto en tanto, como preguntando que debía hacer hasta que finalmente subió de un salto a una rama y a partir de ahí la caza fotográfica cesó y por ensalmo los chillidos de la madre también, aunque cogió altura en su árbol y no me quitaba ojo.