Fotón fujista: «Escocia» por Víctor Martín.

• Autor: Víctor Martín.
• Cámara: Fuji X100S.
• Web: galería de flickr.
• Enlace a las fotografías.

El clima de Escocia es un asco. Ya está, ya lo he dicho. Siento no haber sido más delicado con el tema, y es probable que esta afirmación os haya pillado completamente desprevenidos, pero creo que hay que poner cuanto antes las cartas sobre la mesa: no apetece hacer fotos en Escocia. Eso es, máscaras fuera.

Veréis, en Escocia llueve una barbaridad. A todas horas. Te acompaña en el coche, te acompaña cuando duermes, te acompaña a la hora del té y, oh sorpresa, te acompaña en tus paseos.

A veces te da un respiro. No es que salga el sol, no me malinterpretéis. Simplemente para de llover. Entonces te confías. Te creces. Avanzas por ese sendero maravilloso que tienes delante. El cielo es el límite, Escocia es fabulosa y viva la reina madre. Y cuando más lejos estás, cuando más espectácular es la vista, Escocia está ahí para recordarte que lleva más tiempo que tú en esto. Lluvia. Más que antes. Y un viento, ya que estamos.

Tú te rebelas, claro. Que los vuelos a Escocia están muy caros y madre mía el cambio a libras. Sacas la cámara, intentas recordar por qué no te pareció buena idea llevarte guantes a Escocia en junio y te pones a disparar.

Y vaya que si disparas.

Y vaya que si hay cosas a las que disparar.

Porque Escocia es elegante en su clima. No le gustan las teatralidades ni las grandes entradas. Todo empieza con una lluvia ligera. Quizá ese viento ya mencionado. A lo mejor alterna con granizo, nadie sabe como de creativa ha amanecido ese día. Pero al final Escocia te educa.

Y al tercer día lo ves. Ves chubasqueros de colores chillantes destacar a lo lejos entre tonos de marrones. Ves ovejas disfrutando –ellas también, sí– de los acantilados. Ves ríos romper el paisaje en curvas que a punto están de desbordar su caudal. Ves paredes de roca empapadas, intentando devolver sin suerte tanta agua. Ves vacas en procesión por carreteras de un solo carril, sin amo y sin prisa. Ves casas blancas, allí, sí, a lo lejos, debajo de aquella montaña, detrás del lago.

Y ya no ves la lluvia.