Era un día gris, plomizo, como el color de los rascacielos que pueblan la Manhattan. Hacia frío, la calle se notaba diferente, empezó a llover... Parecía que la ciudad conocía nuestro destino, como en una macabra premonición. Zona cero. Entramos. Silencio. Emoción contenida. Respeto. Y lágrimas. De los turistas. De los neoyorquinos y, ese día, también lágrimas desde el cielo...
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It´s for your memory por Xabier Piñeiro, en Flickr