jotae
Gurú Fujista
Recordando a Clint Eastwood (Harry Callahan) en una de sus pelis, en la que afirma aquello de: "Las opiniones son como los culos: todos tenemos uno" y reafirmándome en las de su personaje (Robert Kincaid) en "Los Puentes de Madison" (que comparto plenamente y las hago mías en toda su extensión), me voy a atrever a dar mi opinión en un tema muy delicado que, sin duda, puede levantar ampollas. Espero que, al menos, nadie haga una cuestión personal de ella. Tampoco me gustaría olvidar a Serrat cuando cantaba aquello de: "Bienaventurados los que se atreven a prestar consejo porque serán sabios a costa de los errores ajenos" (una verdad monumental). Así que... ¡voy a ello!
Suelo visitar asiduamente los hilos de los foros en los que he estado, referidos a "otras cámaras" ajenas a las propias de cada foro. Y muy especialmente los que se refieren a las fotos hechas con Leica (y, en este foro, también el hilo referido a las Ricoh GR, porque guardan una "filosofía" muy similar del concepto fotográfico).
No suelo opinar de las fotos que yo nunca haría porque no me seducen los motivos o las temáticas: macro, bichitos o animales en general, retratos, estudio, bodegón... Es una mera cuestión de respeto hacia las formas de disfrute del vicio por parte de cada cual. Sin embargo, siempre me he preguntado (y lo sigo haciendo) qué mueve a un aficionado a elegir Leica. Comprendo (porque la he sentido y la siento desde siempre) esa misteriosa complicidad que algunos necesitamos que haya entre la cámara (nuestra prolongación visual versátil) y nosotros, y no me cabe la menor duda de que esa complicidad se manifiesta, a un nivel popular, en cierta tendencia de las imágenes a responder a un determinado patrón influenciado por la cámara utilizada (Fuji es un gran ejemplo de ello en las galerías de Flickr o 500px, por ejemplo). Hay una cierta "personalidad" que se respira en las fotografías de determinados modelos.
Sin embargo, no acabo de entender qué diablos buscan en Leica algunos que nos muestran sus imágenes en esos hilos expresamente dedicados a la marca. Se supone que Leica es el "súmum" al que todo el mundo aspira cuando busca la calidad máxima en sus imágenes y que no está abierta a todos los bolsillos, y mucho menos a nivel aficionado. Entonces... ¿por qué se prodigan tanto en esos hilos leicanistas las fotografías faltas de foco, de nitidez o definición, de composición, con luces y sombras empastadas y, sobre todo, ¡con mucho ruido! Pareciera que la escuela de Cartier Bresson ha sido llevada a los últimos extremos de la interpretación tan personal como caprichosa. Me he tropezado, en los foros, con los clásicos "pixelpeepers" obsesionados por la máxima "calidad" al 100% o 200% que, sin embargo, no reflejan en sus fotografías con Leica esa misma obsesión, permitiéndose abrumadoras faltas de definición que no responden a criterio alguno de creatividad o composición. ¡Y no lo entiendo! Puedo entender que cada cual interprete "su" realidad a su antojo o según la sienta, porque esa intepretación forma parte de la visión personal y, como tal, del concepto "artístico" más básico (y menos comprendido). Pero a estas alturas del "vicio" que compartimos, es difícil encajar la búsqueda de la perfección máxima (que representa Leica para algunos... o muchos) con el conformismo (o, tal vez, impotencia) de interpretar y aceptar que esa búsqueda desproporcionada de calidad nos resulta inaccesible o, sencillamente, inútil para valorar otros aspectos de la fotografía que nos complazcan lo suficiente. Y es que, como el propio Robert Kincaid dice en "Los Puentes de Madison", "Me gusta el camino... y me gusta hacer fotos. Cuando haya terminado con el puente que vimos hoy, no tendrá el aspecto que tú piensas. Lo habré convertido en algo mío, por la elección de la lente, o el ángulo de la cámara, o la composición general, o probablemente por la combinación de todo eso. Yo no me limito a tomar las cosas como se presentan; trato de convertirlas en algo que refleje mi conciencia personal, mi espíritu. Trato de encontrar la poesía en la imagen."
Suelo visitar asiduamente los hilos de los foros en los que he estado, referidos a "otras cámaras" ajenas a las propias de cada foro. Y muy especialmente los que se refieren a las fotos hechas con Leica (y, en este foro, también el hilo referido a las Ricoh GR, porque guardan una "filosofía" muy similar del concepto fotográfico).
No suelo opinar de las fotos que yo nunca haría porque no me seducen los motivos o las temáticas: macro, bichitos o animales en general, retratos, estudio, bodegón... Es una mera cuestión de respeto hacia las formas de disfrute del vicio por parte de cada cual. Sin embargo, siempre me he preguntado (y lo sigo haciendo) qué mueve a un aficionado a elegir Leica. Comprendo (porque la he sentido y la siento desde siempre) esa misteriosa complicidad que algunos necesitamos que haya entre la cámara (nuestra prolongación visual versátil) y nosotros, y no me cabe la menor duda de que esa complicidad se manifiesta, a un nivel popular, en cierta tendencia de las imágenes a responder a un determinado patrón influenciado por la cámara utilizada (Fuji es un gran ejemplo de ello en las galerías de Flickr o 500px, por ejemplo). Hay una cierta "personalidad" que se respira en las fotografías de determinados modelos.
Sin embargo, no acabo de entender qué diablos buscan en Leica algunos que nos muestran sus imágenes en esos hilos expresamente dedicados a la marca. Se supone que Leica es el "súmum" al que todo el mundo aspira cuando busca la calidad máxima en sus imágenes y que no está abierta a todos los bolsillos, y mucho menos a nivel aficionado. Entonces... ¿por qué se prodigan tanto en esos hilos leicanistas las fotografías faltas de foco, de nitidez o definición, de composición, con luces y sombras empastadas y, sobre todo, ¡con mucho ruido! Pareciera que la escuela de Cartier Bresson ha sido llevada a los últimos extremos de la interpretación tan personal como caprichosa. Me he tropezado, en los foros, con los clásicos "pixelpeepers" obsesionados por la máxima "calidad" al 100% o 200% que, sin embargo, no reflejan en sus fotografías con Leica esa misma obsesión, permitiéndose abrumadoras faltas de definición que no responden a criterio alguno de creatividad o composición. ¡Y no lo entiendo! Puedo entender que cada cual interprete "su" realidad a su antojo o según la sienta, porque esa intepretación forma parte de la visión personal y, como tal, del concepto "artístico" más básico (y menos comprendido). Pero a estas alturas del "vicio" que compartimos, es difícil encajar la búsqueda de la perfección máxima (que representa Leica para algunos... o muchos) con el conformismo (o, tal vez, impotencia) de interpretar y aceptar que esa búsqueda desproporcionada de calidad nos resulta inaccesible o, sencillamente, inútil para valorar otros aspectos de la fotografía que nos complazcan lo suficiente. Y es que, como el propio Robert Kincaid dice en "Los Puentes de Madison", "Me gusta el camino... y me gusta hacer fotos. Cuando haya terminado con el puente que vimos hoy, no tendrá el aspecto que tú piensas. Lo habré convertido en algo mío, por la elección de la lente, o el ángulo de la cámara, o la composición general, o probablemente por la combinación de todo eso. Yo no me limito a tomar las cosas como se presentan; trato de convertirlas en algo que refleje mi conciencia personal, mi espíritu. Trato de encontrar la poesía en la imagen."